domingo, 15 de febrero de 2009

quiero no quiero que salgas de mi cabeza

definir lo que siento cuando me toca es difícil, incluso ahora que es tan reciente que todavía lo huelo, todavía siento sus dedos en mi cara, en mi cintura, en mis muslos, ... en mí.
Sé que como ahora me siento está condicionado por el hecho que hace menos de 10 horas todavía estaba con él. Y que este movimiento extraño del corazón se deba más a la pasión vivida este fin de semana a que pueda estar sintiendo algo más allá de lo que me gustaría permitirme. Pero añoro su olor, su tacto, su voz. Reprimo mis ganas de enviarle un mensaje diciéndole las ganas que tengo de volver a oírle y sentirle.
Ha sido un fin de semana fantástico, aunque todavía siento miedo, en pequeñas dosis y de forma puntual, pero miedo, al fin y al cabo, volver de pasear y que ya no esté en mi cama; acabar de comer, y que quiera salir huyendo. En cierto modo, él está haciendo salir viejos fantasmas, y eso no es bueno. Está bien identificarlo, pero ahora debo controlarlo. No puedo permitirme volver a caer en conocidos errores que minen mi autoestima. Porque sí, tengo miedo de no gustarle, de que descubra en mí una niñata que sólo piensa en música y músicos.


Sí, ha estado bien... respondiendo a tu pregunta de esta mañana. Ha estado muy bien. Quizás demasiado porque no te puedo sacar de mi cabeza. Pero, lo peor, es que no quiero hacerlo.

lunes, 9 de febrero de 2009

todo lo que empieza tiene un final...pero ¿tan pronto?

bueno, ya está, creo que ya está. El sábado tenía clarísimo que todo había acabado, ahora, no sé si son las ganas de que no sea así o mi cabezonería que me hacen dudar si todavía no va a haber más coletazos. El viernes me lo pasé genial, bebí mucho, tanto que me doy cuenta que no recuerdo muchas cosas. Pero sí lo más importante, lo bien que me sentía, en el Sidecar y, después, en mi habitación. Y el sábado también estuvo bien, a los ojos de la gente podíamos parecer una pareja más, con ganas de mirarse, de tocarse y con muchas cosas por decirse aún. Y nos las dijimos. No puedo decir que fueron demasiadas las historias que escuché porque era importante conocerlas, importante par que yo tomara una decisión que no sé si él también tenía pensado tomar. Me cuesta aceptar la covardía, no la suya únicamente, que también, sino el miedo que nos empuja a todos a no desligarnos de todas esas historias y personas que nos hacen daño pero que, por otra parte, se convierten en algo necesario para no sentirnos solos o para pensar que cuando vayamos a sentirnos tan solos que se pueda hacer insoportable serán nuestra tabla de salvación. Un tabla mojada, podrida, que sólo nos mantendrá con vida unos días más, quizás algún año, pero que será también nuestra condena, la que nos habrá hecho malgastar un tiempo importante de nuestra vida en sufrimientos y autoengaños. No puedo condenarlo por ello porque yo también lo he hecho, y quizás vuelva a hacerlo. Pero me jode que las cosas no puedan ser diferentes, que no pueda disfrutar más de él. Que no vaya a volver a tenerlo. Que no me vuelva a tocar.

Estoy cansada de ser siempre la buena persona, que todo lo entiende, que no reprocha, que se quita de enmedio para facilitarle las cosas a los demás. Me da miedo pensar uqe nunca nadie me va a querer más que por mi generosidad. Que nunca me haya querido nadie más que por eso.
Pero no sé hacerlo de otra manera. No quiero ser diferente a como soy. Aunque eso suponga que nunca nadie me quiera como yo quiero, o que siempre dude del que tenga a mi lado... si lo tengo.