lunes, 3 de marzo de 2008

días raros, de aparente normalidad...


...son aquellos días en los que no sucede nada especial, que los vas viviendo sin más, pero que con los años no se olvidan, y no porque los recuerdes continuamente, sino porque, de repente, algo te los hace recordar y los revives casi al detalle.
Los he descubierto al volver de Constantina. No han sido más que 2 días y medio en los que las horas pasaban rápidamente sin que hiciera nada en especial, pero sé que serán importantes cuando mi tía ya no esté, o incluso cuando el tiempo haya hecho que tenga que recordar a mi madre.
En la cochera de al lado de casa de mi tía, mientras paseábamos con el hijo de mi prima (un niño encantador de año y medio), mi madre descubrió que allí había estado el cine en el que tantas veces había estado con mi padre, cuando eran adolescentes, jóvenes. Cuando se querían con locura, cuando se querían. Estoy segura que mi madre, interiormente, pudo recordar alguno de esos días que en su momento vivió como normales, pero que han acabado siendo raros porque, a pesar de haber pasado más de 50 años, ella los ha podido recuperar. Y es precisamente esta capacidad de ser recordados a pesar del tiempo, de la falta de memoria, y, sobretodo, de no haber sido días especiales -sí, aquéllos que uno piensa que forman una parte importante de su historia- lo que los hace "raros", fantásticamente raros, porque nos devuelven una parte de nuestro pasado tan importante como los que etiquetamos, clasificamos y archivamos como relevantes. Porque nunca los guardamos en nuestra memoria con un cuidado especial, es más, ni siquiera hicimos "guardar" porque no creímos que los necesitaríamos recuperar después. Pero la fuerza de estos días los ha protegido de nuestro descuido o pasotismo, y aquí están.
Quiero días raros, de aparente normalidad. Quiero sentir que cada día que vivo es importante para mí.